Finalizada la vendimia, es el momento de hacer balance. Y aunque en Navarra se han recogido cuatro millones de kilos de uva menos que en 2022, fruto de los estragos provocados por el clima, la cosecha no ha sido mala para Vinos y Viñedos Amatria. Josu Amatria, pamplonés de 33 años, gestiona este negocio con ayuda de su pareja, Raquel Elizalde, de 30.

Licenciado en Ingeniería Agrícola por la Universidad Pública de Navarra, este joven navarro decidió trasladarse a La Rioja tras haberse matriculado durante la carrera en una asignatura de libre elección relacionada con el mundo del vino. Le gustó tanto la fusión de la agricultura y la gastronomía que quiso seguir formándose en este campo y empezar el Grado de Enología en la comunidad vecina. «En cuanto empiezas a profundizar, no acabas nunca», asiente convencido.

Es habitual que la cultura vitivinícola se transmita de generación en generación, como una pepita de uva que se planta para que el legado bodeguero continúe. Pero ese no es el caso de Josu. Ninguno de sus parientes tiene relación con el mundo del vino más allá del que sirven en el restaurante Obas, de Pamplona, que dirigen sus padres, Pedro Luis y María Flor Serna. Un establecimiento donde empezó a trabajar por las tardes cuando regresó a la Comunidad foral, de manera que se dedicaba a las viñas por las mañanas.

CUATRO HECTÁREAS DE CULTIVOS

Actualmente, su empresa solo tiene vides en propiedad en Artazu y San Martín de Unx, «debido a su relación especial con la uva garnacha». Pero, al mismo tiempo, cultiva casi cuatro hectáreas de viñedo alquiladas en el propio Artazu, Mañeru, Cirauqui, Lácar, Ayegui y Bargota. Comenzó su andadura hace dos años alquilando igualmente cuatro viñas en Ayegui que todavía pertenecen a gente mayor del pueblo: «No han encontrado un relevo generacional, así que las cuidamos nosotros porque las bodegas grandes de la zona no se interesan en ellas al ser pequeñas y no mecanizables. Ahora gestionamos trece viñas que se deben trabajar mano a mano, cepa a cepa», especifica.

La idea es trabajar en Artajona hasta que el proyecto coja forma para luego, con los beneficios, construir una bodega desde cero en Ayegui

En 2021, Vinos y Viñedos Amatria obtuvo su primera añada, cifrada en 3.000 botellas; al año siguiente, la producción aumentó hasta las 5.000; y esta temporada, el enólogo prevé 10.000. Las dos primeras se embotellaron en Bodegas y Viñedos Quaderna Vía, en Igúzquiza, y la última en Bodegas Irache, cerca de Ayegui. “Aumentar la producción de vino no es difícil, lo complicado es venderlo. Nuestra actividad es muy pequeña porque hay bodegas que tienen depósitos de 20.000 litros, aunque para nosotros sí es significativo aumentar el volumen de producción”, apunta.

Sus viñedos tienen, además, una peculiaridad: las cepas son más bajas, “casi como arbustos”, y resultan difíciles de trabajar con tractores y maquinaria por el escaso espacio que hay entre ellas.

EMPEZAR SIN UN LEGADO

De la misma manera que las viñas deben sobrevivir a plagas y fenómenos naturales como la sequía y el granizo, los viticultores que están empezando a forjarse un camino deben afrontar a sus propias dificultades. “La primera es la financiación. Ambos (él y Raquel) venimos de dos familias que no tienen ninguna relación con el mundo del vino por lo que, al contrario que otros jóvenes en una situación parecida a la nuestra, no contamos con instalaciones vitivinícolas de otros parientes. Empezar de cero con una bodega nueva y un viñedo nuevo es el mayor de nuestros retos”, confiesa.

Gracias a las nuevas instalaciones en Artajona, producirá vinos blancos y rosados, además de los tintos que ya elaboraba.

Para hacer frente a esa aparente debilidad, Josu ha recibido una subvención del Gobierno de Navarra para la implantación de jóvenes agricultores. «Son 37.500 euros para ayudarte a empezar», concreta para agregar acto seguido que «también recibes hasta un 40 % de las inversiones que vayas haciendo en maquinaria agrícola o en acondicionar la bodega, por ejemplo».

DESDE LAS RAÍCES DE LA GARNACHA

Esa ayuda le ha servido también para dar un paso adelante y poner en marcha su principal proyecto hasta la fecha: una bodega que se ubicará en Artajona, que llevará el nombre de su empresa actual y que espera abrir en un mes aproximadamente. En principio, quiere comenzar produciendo 18.000 botellas al año con la uva recolectada en los campos que gestiona.

La bodega se sitúa a media hora en coche de la mayoría de los viñedos. Un problema añadido que Josu asume debido a que la nueva nave «ya estaba acondicionada previamente para ser una bodega». «La idea es trabajar allí hasta que el proyecto coja forma para luego, con los beneficios, construir una bodega desde cero en Ayegui».

Nunca verás a dos personas en un bar hablando sobre lo buena que es cierta leche porque proviene de un tipo u otro de vaca. Pero sí podrás escuchar esa conversación sobre el vino

«Colocaremos las barricas en la misma sala donde elaboraremos el vino. Como estamos empezando, buscamos mezclar lo económico con lo práctico. La nueva bodega también nos ofrecerá la oportunidad de ser independientes respecto a los viticultores con los que trabajamos ahora, a quienes incluso les tenemos que pedir prestada la maquinaria», apostilla.

Hasta ahora, la firma solo había producido vinos tintos, que «son más sencillos» de elaborar al no requerir un control de temperatura tan específico como los blancos y los rosados. Pero gracias a las nuevas instalaciones, también se adentrará en estos últimos.

Eso sí, el joven enólogo siente una debilidad especial por la uva garnacha, que cobró gran protagonismo en Navarra tras la llegada de la filoxera, una plaga que enfermó a gran cantidad de viñedos en Europa durante los siglos XIX y XX. “Era un insecto que se comía las raíces de las cepas y que provocó la extinción de muchas variedades autóctonas de uva. La garnacha fue una de las que mejor funcionaron cuando hubo que replantar los viñedos durante las siguientes décadas, y es por eso que lleva presente en Navarra desde hace más de cien años”, rememora.

«A pesar de que suene a tópico, me encanta cuando los bodegueros y otras personas dedicadas al mundo del vino aseguran que, para ellos, el vino ha dejado de ser un negocio para ser una forma de vida. Y el ejemplo más claro es mi novia, Raquel. Antes, a ella el vino no le importaba demasiado, y ahora es ella quien lo elige cuando comemos fuera. Nunca verás a dos personas en un bar hablando sobre lo buena que es cierta leche porque proviene de un tipo u otro de vaca. Pero sí podrás escuchar esa conversación sobre el vino», sentencia a continuación.